26 de mayo de 2006

Primera voz

Al principio me parecieron ruidos lejanos, como murmullos. Yo me asustaba, es verdad, pero otras veces hasta resultaban confortables, especialmente aquel como rumor marino que llegaba a mí todos los días y al que me acostumbré a escuchar hasta quedarme dormido. Quién sabe de dónde salía. Creí que del cielo y del centro de la tierra. Desde que tengo memoria había estado encerrado en ese lugar. A fin de cuentas –pensé- nunca he sido muy cercano a nadie. Me hace compañía. Pero no entendía nada. Llegó un día terrible en que las cosas cambiaron. Todo lo que yo sentía, veía, todo mi mundo cambió alrededor. Como una inevitable caída, un vértigo absoluto, un momento de intenso miedo y confusión. Y dolor: sentí mi cabeza encogerse hasta límites tremendos, imposibles. De repente la realidad se tornó más ruidosa, más luminosa, los colores más vivos, hasta me parecía que había nuevos colores. Perplejo, me resultaba curioso y espantoso a la vez. Ahora ya no sólo coexistían conmigo las voces como rumores, incluso unas absurdas caras me veían, me increpaban con un torrente de palabras, sonidos más y más complicados que no terminaba de entender. Casi todo el tiempo era nada más quedarme así, tratando de darme cuenta qué se decían (porque siempre, siempre, antes que a mí, estaban hablando entre ellos, para sí mismos). Intentaba escuchar, darle sentido a esas voces. ¿Qué querían? ¿Por qué me ven así? Tras el esfuerzo, sólo agotamiento y hambre. Yo tampoco pude dormir más de una hora seguida toda la noche. Esto me hacía llorar, pero entonces volvían y me llenaban de preguntas incomprensibles. No, no les entendía. Ya casi pasa un año desde entonces. Hace días pude darme cuenta de lo que querían decir las combinaciones de algunos de esos ruidos: Es complicado, pero ya sé que se repiten con regularidad, de vez en cuando, y así cada sonido, aunque sea un rumor, una queja, tienen un significado especial. Poco a poco se acumularon en mi pensamiento muchas más de estas palabras. Pero ellos no se dieron cuenta, siguieron hablando sobre todo entre ellos, y cuando se dirigían a mí nunca esperaron respuesta. Creo que era necesario que la lengua se acomodara bien para poder emitir esos sonidos raros, como gritos chiquitos que se entrelazan rápidamente cortados por labios, lengua y dientes. Sí, con dientes es mucho más fácil, aunque sólo tengo dos. Hoy por la mañana, después de mucho pensarlo, pude decidirme, contestarle a esa voz, esa cara que escucho desde siempre. Le dije “Mamá”. Y sonrió.

Imagen: Almost Icon..?, pintura electrónica de Sabin Corneliu Buraga, de la serie The final birth.

4 comentarios:

  1. Anónimo10:02 a.m.

    es muy bueno, a mi me gustó mucho.

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  2. Gracias por el comentario. espero hacer más cuentitos.

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  3. Anónimo9:15 p.m.

    Donde andas Caballero? Cada vez que te leo o te escribo no se desde que piso de la Biblioteca de Babel te vas a reportar.

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  4. Desde el 7º piso del primer cielo, o desde el 7º cielo del primer piso de Babel, ando aquí (ad hic) y allá (ad hac), me muevo por la geografía del mundo casi cada fin de semana (¿Y quién no lo hace, con el mundo en movimiento?)

    Nos regalo esta estrofa de Sabina:
    "Algún dios aburrido ideó esta manera
    de querer escapar, pero ¿cómo y a dónde?
    Algún dïablo alcohólico hizo que me perdiera
    por los túneles de la torre
    de Babel.
    El trapecista empeñó su red."

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